Abraham Lincoln cazador de ballenas

Título: Moby Dick Dirección: John Huston Guión: Ray Bradbury, basado en la novela homónima de Herman Melville Música: Philip Sainton Fotografía: Oswald Morris Reparto: Gregory Peck, Orson Welles, Richard Basehart, Leo Genn, James Robertson Justice, Harry Andrews, Friedrich Ledebur, Bernard Miles y Edric Connor País: Reino Unido Año: 1956 Duración: 116 minutos

“Las ballenas tienen nombres tan grandes como su fuerza y tamaño. La más grande de todas es Moby Dick” le dice un marinero alcoholizado al inexperto Ismael (Basehart) que se acaba de embarcar en una nave ballenera capitaneada por un tal Ahab (Peck) que luce como un siniestro hermano gemelo de Abraham Lincoln y no tiene otro objetivo en la vida que vengarse del cetáceo alvino que le arrancó la pierna y, supongo, el alma.

Es como bien suponen, una adaptación de la novela clásica de Herman Melville, pero no es cualquier adaptación, el guión fue obra del fabuloso Ray Bradbury y no por eso hay marcianos o bomberos-quema-libros, es impecable a pesar de que el buen Ray le había confezado a Huston que nunca había podido leer la “maldita novela”.

A pesar de mi reprobación a la caza de ballenas y de la utilización de imágenes de asesinatos reales, reconozco que es una gran película. Es un tema terrible pero creo que está más allá de esa actividad, es un problema más profundo y me arriesgo a decir que también espiritual.

La búsqueda de venganza malsana de Ahab lo hace que se pierda, su locura lo aleja cada vez más de las doctrinas cristinas del perdón y la reconciliación. Incluso reniega de Dios con esa búsqueda, según Starbuck (Genn) la caza es una actividad tolerada por el creador debido a que se trata de un servicio para la humanidad que necesita aceite (que según yo se podría sacar de cualquier otra parte y con métodos menos crueles), pero la misión del capitán es sacrílega ya que lo mantiene a margen de las necesidades humanas, es un acto egoísta y profano.

Además Ahab es cada vez más diabólico, hablando de profanaciones, hace rituales entre su tripulación y ofrece riquezas con tan de que le ayuden, es como el demonio con cicatricez, prótesis de marfil y sombrero de copa. No se equivoca el profeta Elias, cuando les dice a Ismael y a Queequeg (Ledebur) que si firman su contrato estarán entregandole el alma al señor del Pequod.

Es una historia escabrosa, está contextualizada en un momento que nos puede ser familiar, pero bien podría formar parte de un relato fantástico, a final de cuentas el cachalote aquel es una animal mítico que está más allá de la fauna habitual de los océanos, para más pertenecer a los dibujos garigoleados de los antiguos mapas que identificaban las aguas inexploradas, con fines apotropaicos. Aventurándose mucho teóricamente, se puede decir que Moby Dick marca la frontera, es una advertencia de la zona peligrosa que el humano puede alcanzar si se deja guiar por deseos vehementes. La venganza nunca ha sido buena consejera, si la decides seguir puede llevarte por caminos poco amables; hic sunt dracones, dirían los clásicos.

Ah, sí la película, perdonen por el desvarío, en momentos pueden lucir acartonados y poco realistas, pero así era el cine en ese entonces, sobre todo el cine de los directores consagrados como Huston, no esperen ver marineros del método Stanislavsk. Yo la disfruté mucho, me gustan las historias de barcos y las aventuras en el mar, quizás porque no soporto los mareos y el agua salada en combinación con el col me provocan terribles daños en la piel, el mar sólo me gusta a través del cine.

La música es buenísima, espero encontrar el soundtrack en algún lugar… ¡Legal!, por supuesto, legal. ¿No saben en donde puedo aprender a bailar como marinero? Es que acaba de entrar esa actividad en mi lista de “Cosas que quiero hacer antes de morir”

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente